Esta noche es una de esas noches que todos los aficionados
al fútbol ansiamos. Vamos a presenciar, en teoría, un choque de titanes entre
dos equipos que se tienen ganas. Los enamorados del fútbol somos así. Llevo
todo el día esperando que lleguen las 20:45 para poder ver ese partido (y eso
que no soy de ninguno de los dos equipos) para poder disfrutar de la tensión y
la emoción de ese juego en el que los jugadores deberían dejarse todo en el
terreno de juego.
Pero mi amor por el fútbol no vive su momento más dulce. Es
como cuando se te cae la venda de los ojos con una persona a las que has
idolatrado ciegamente. Hay quien pueda pensar que me he aburrido de ver a
veintidós personas (hombres o mujeres, le pese a quien le pese) persiguiendo
una pelotita para meterla dentro de una portería. No es ese el caso. Y eso que
en la liga española parece que están haciendo lo imposible para que nuestra
liga sea la más aburrida del mundo con eso de favorecer siempre a los dos
grandes (económica y administrativamente). Pero vaya, que si te aburres de una
liga siempre puedes ver otra. Así que el caso no es que me haya aburrido del
juego en sí.
El problema viene de todo lo que sobrepasa las líneas del césped.
El fútbol seguramente sea el deporte que más gente mueve a nivel mundial y está
claro que cuantas más manzanas compres, más probabilidades hay de que te toque
un gusano, pero es que el fútbol se está convirtiendo en un compendio de
gusanos, víboras y demás seres indeseables. Para empezar, el fútbol, al mover
tanta gente, se ha convertido en un negocio del que algunos se están lucrando
sin siquiera saber que el balón es redondo. Muchísima gente de las que mueven
el mundo del fútbol están ahí no por
amor al mismo, sino para llenarse los bolsillos aunque esto suponga reventar
este bello deporte. En este sentido supongo que no soy el único que ve una
clara semejanza con el mundo de la política, donde algunos (demasiados) van a
robar en lugar de ayudar.
Aun así, mi desencanto con el fútbol viene por otros
derroteros: los aficionados. Vale , ya sé que la morralla que hay en el fútbol
siempre ha estado ahí y siempre será reemplazada por otra, pero yo abrí los
ojos tarde. La gota que colmó el vaso llegó la temporada pasada en un partido
Málaga-Osasuna, al que asistieron aproximadamente unos cincuenta aficionados
pamplonicas. La media de edad de dichos aficionados era alta, con matrimonios
en su mayoría y ninguna gana de armar follón. Pues bien, antes de empezar el
partido, desde la sección de la Rosaleda donde se ubican los Malaka Hinchas
(aficionados que se llenan la boca diciendo que ellos van a animar a su equipo)
se empezaron a escuchar cánticos que decían: “Todos a una: puta Osasuna”. ¿Qué
pensarían esos aficionados que habían venido desde Pamplona para disfrutar de
un partido de fúbol? ¿Qué pensarían aquellos niños que iban al fútbol por
primera vez? ¿Qué pensarían esos (pocos) padres responsables que iban con sus
hijos e hijas?
Tristemente, nos hemos acostumbrado a la violencia (física y
verbal) en el fútbol. Hay quienes dicen que eso entra dentro del fútbol, que no
se puede controlar o que tampoco es para tanto… ¿Y por qué en otros deportes no
pasa? ¿Por qué en otros deportes sí que se controla? A estas preguntas habría
que añadir otras más concretas como: ¿Por qué se sigue pasando la mano con la
venta de alcohol en campos de fútbol base? ¿Por qué no se persigue y expulsa a
aquellas personas que insultan en un campo de fútbol? ¿Por qué permitimos que
algunos padres tengan miedo o vergüenza de llevar a sus hijos a jugar al
fútbol? ¿Por qué se sigue corriendo el velo de la violencia física en el
deporte donde hay peleas entre aficiones que ponen en peligro la integridad
física de terceros?
En definitiva, sigo enamorado del fútbol, pero en la tele se
ve más tranquilito, sin que te echen el humo del tabaco, sin tener que escuchar
tantos insultos y sin tener que temer por tu físico. Que disfrutéis del
partido.
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