Una de las noticias del
día hace mención al fugaz encuentro que han tenido nuestro rey
Felipe VI y Pablo Iglesias, líder de Podemos. El señor Iglesias se
ha saltado el protocolo en un acto que unos considerarán cercano y
otros maleducado para poder regalar al monarca una recopilación de
capítulos de la serie “Juego de Tronos”. Más allá de la
pullita que este gesto suponía hacia la monarquía (Pablo Iglesias
es un confeso republicano), yo quisiera centrarme en la cara que se
le queda al rey Felipe VI cuando Iglesias le da el regalo, con cara
de “porque tengo que guardar las apariencias, que si no...”. Y es
que a Felipe se le ha quedado la misma cara que cuando te regalan por
tu cumpleaños algo que no te gusta o no entiendes, como cuando te
regalan algo de ropa que no te pondrías ni en una fiesta de
disfraces o un libro que estás deseando que vaya acompañado de
tiquet regalo para poder descambiarlo.
Y es que hay momentos en
que es mejor no regalar nada antes que regalar algo que va a suponer
un rotundo fracaso. Cuando yo era pequeño, en el día de la Primera
Comunión a todos los niños (o casi) les regalaban las mismas cosas.
Era como si todos los comerciantes de la época se hubiesen puesto de
acuerdo para encasquetar stock sobrante: “Oye, ¿qué hacemos con
estos relojes Casio que nadie quiere?” “Mmmm... Vamos a decir que
son un regalo ideal para la Primera Comunión”. Estaba el regalar
el reloj Casio, el libro de firmas, la maquinita del Tetris, el
estuche con bolis o plumas... Tal vez hubiese otros niños que
recibiesen regalos más generosos, pero en mi entorno los regalos
eran calcados. Siempre estaba el típico niño ricachón que recibía
regalos extravagantes o que recibía una cantidad de dinero
desorbitada, pero eso eran excepciones puntuales.
En el mundillo de los
regalos nos encontramos con varios binomios como: a los fáciles de
regalar – a los difíciles de regalar; a los que le gustan los
regalos – a los que no le hacen ilusión los regalos; a los que le
gusta comprar – los que odian tener que ir a comprar.
Respecto al primer
binomio, todos tenemos amigos, familia o pareja a los que no ha
llegado aun su cumpleaños (Navidad u otra festividad) y ya sabemos
lo que le vamos a comprar, en plan “Esto es muy (nombre de esa
persona)”. Hay gente que sabemos cómo visten mejor que ellos
mismos, gente a la que identificamos con tiendas determinadas, gente
con la que podemos ser muy creativos sin miedo a equivocarnos. ¡Y
luego tenemos gente a la que no tenemos ni la menor idea de qué
regalarles! Y como vayas acompañado a comprar siempre salen los
típicos “¿Le compramos esto?”, mientras que tú estás pensando
“Esto te gusta a ti, no a él/ella...”. En estas ocasiones hay
gente (volvemos a los binomios) a los que le entran ataques de
ansiedad, que recorren millones de tiendas, que preguntan hasta a sus
tíos de Kentucky para saber qué pueden regalar a esa personas... Y,
por otro lado, estamos los que pasamos del tema y decimos “si le
compre lo que le compre hay un alto riesgo de equivocarme... Le
compro lo que sea y si no le gusta que lo descambie”. Y es que hay
gente que cuando te da un regalo ya se les huele a la legua, cuando
no has abierto la bolsa y ya te están diciendo dónde puedes
descambiarlo con el tiquet regalo en la mano y que confirmas tus
sospechas cuando comrpuebas que ni se han parado a buscar la ropa de
tu talla.
El siguiente binomio
distingue habla de aquellas personas que no pueden esperar a que
acabe la cena para poder abrir los regalos, esas personas a las que
ya puedes regalarles un peo en un frasco que les va a hacer ilusión,
pues son felices con cualquier cosa y disfrutan hasta el orgasmo
desde el mismo momento en que empiezan a romper el papel de regalo.
Por el contrario, nos encontramos con gente a las que ya puedes
regalarles un coche, un viaje al Caribe, las entradas para el
concierto de su grupo favorito que creía agotadas o la misma Luna
que... Te van a responder con un escueto “gracias” mientras su
cara no va a reflejar emoción alguna. Son de estas personas a las
que dan ganas de quitarle el regalo o rompérselo en la cabeza, gente
que piensas que son descorteses, desagradecidos o, simplemente, unos
cabrones, pero lo único que les pasa es que son menos expresivos que
Jon Nieve.
Por último,
distinguiremos entre aquellas personas que están deseando que llegue
un cumpleaños para poder ir a comprar regalos, lo cual puede deberse
a varios motivos entre los cuales están: hace meses que sabes lo que
vas a comprar a esa persona y estás deseando hacerle feliz; quieres
ir de compras para fijarte más en lo que te vas a comprar que en lo
que le vas a comprar; vas a comprar en menos de media hora, pero es
la excusa perfecta para tomarse algo después. Y luego estamos los
que odiamos tener que comprar un regalo, no por indiferencia hacia la
persona a la que se le va a hacer el regalo, sino simplemente porque
ir de compras, dar mil vueltas por distintas tiendas, aguantar colas,
comparar precios y buscar/acertar tallas suponen para ti un auténtico
vía crucis y estás deseando decirle a alguien “¿vas a comprar
algo para Fulanito? Cuenta conmigo”, pero ese “cuenta conmigo”
no implica acompañarte a comprar, sino darte el dinero y que tú
tengas que comerte la cabeza.
En definitiva, si odias
ir de compras para buscar un regalo, te aconsejo que vayas a tiro
fijo y sin moverte del sofá de casa: compra los regalos online. Eso
sí, primero échale un vistazo a mi post anterior, no vaya a ser que
te vuelvas un shopaholic online ;)
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